La colección Hortensia Herrero. De la materia a la luz.

JUAN BAUTISTA PEIRÓ (Cat. de BB.AA.) FOTOGRAFÍA: ALBERTO PLA Y CAHH
Siem­pre es moti­vo de cele­bra­ción el adve­ni­mien­to de un nue­vo cen­tro artís­ti­co en la ciu­dad de Valen­cia, máxi­me cuan­do es el fru­to de una pasión indi­vi­dual sos­te­ni­da en el tiem­po y el resul­ta­do mate­rial de una deci­di­da apues­ta por la recu­pe­ra­ción del patri­mo­nio arqui­tec­tó­ni­co de la capi­tal del Turia. Hor­ten­sia Herre­ro, a tra­vés de la Fun­da­ción que lle­va su nom­bre, lo ha veni­do demos­tran­do con cre­ces. Sir­va como botón de mues­tra la res­tau­ra­ción del Cole­gio Mayor de la Seda, las pin­tu­ras en la bóve­da de San Nico­lás, o las toda­vía en pro­ce­so de los San­tos Jua­nes. En esta oca­sión, aun­que el con­ti­nen­te tam­bién es un edi­fi­cio his­tó­ri­co (el Palau de Vale­rio­la) de raí­ces originarias/romanas que ha sido obje­to de una res­tau­ra­ción, amplia­ción y reno­va­ción inte­gral, sin embar­go, su con­te­ni­do es par­te de una colec­ción de arte fun­da­men­tal­men­te con­tem­po­rá­nea.
Si la moder­ni­dad de las artes plás­ti­cas en los ini­cios del siglo xx estu­vo mar­ca­da por la abs­trac­ción, en este siglo que vivi­mos se han disuel­to las fron­te­ras entre figu­ra­ción y abs­trac­ción al tiem­po que el desa­rro­llo tec­no­ló­gi­co y en espe­cial la revo­lu­ción digi­tal ha deja­do una impron­ta inde­le­ble y ha abier­to unos cami­nos insos­pe­cha­dos pocas déca­das atrás.
Como toda colec­ción que se pre­cie, el pri­mer cri­te­rio y con­di­ción sine qua non es el gus­to –per­so­nal e intrans­fe­ri­ble– de quien colec­cio­na. En este caso, Hor­ten­sia Herre­ro ha con­ta­do con la orien­ta­ción y ase­so­ría artís­ti­ca de Javier Molins y el resul­ta­do refle­ja, a buen segu­ro, el com­pro­mi­so asen­ta­do a lo lar­go de más de una déca­da.
Des­de esta pers­pec­ti­va, no es exi­gi­ble ni espe­ra­ble un hilo con­duc­tor úni­co, pero sí hay algu­nas deci­sio­nes rele­van­tes que me han per­mi­ti­do aven­tu­rar el titu­lar de esta cró­ni­ca. A saber: selec­cio­nar un redu­ci­do núme­ro de artis­tas y optar por tener varias obras sig­ni­fi­ca­ti­vas de los mis­mos. Optar por valo­res inter­na­cio­na­les pro­fe­sio­nal­men­te con­so­li­da­dos. Lograr la impli­ca­ción direc­ta de los artis­tas para rea­li­zar, ora obras vin­cu­la­das con la ciu­dad de Valen­cia (su his­to­ria, sus tra­di­cio­nes), ora con la pro­pia arqui­tec­tu­ra. Mos­trar una sin­gu­lar sen­si­bi­li­dad por los artis­tas nove­les, emer­gen­tes de un modo per­fec­ta­men­te defi­ni­do espa­­cio-tem­­po­­ra­l­­me­n­­te median­te las suce­si­vas con­vo­ca­to­rias de Abier­to Valen­cia.
A lo lar­go y alto de las 17 salas, se ha pres­ta­do espe­cial aten­ción a los pasi-llos (luga­res coti­dia­nos de paso rápi­do, ano­dino, indi­fe­ren­te en otros blo­ques de edi­fi­cios urba­nos) que conec­tan las dife­ren­tes par­tes de este com­ple­jo con­jun­to y que recu­pe­ran en bue­na medi­da esa dimen­sión sim­bó­li­ca magis­tral­men­te inves­ti­ga­da y desa­rro­lla­da por Mir­cea Elia­de como luga­res de trán­si­to, de ini­cia­ción, de paso de lo pro­fano a lo sagra­do. En este sen­ti­do, des­ta­ca­bles son las solu­cio­nes de Cris-tina Igle­sias o de Ola­fur Elias­son, en las que la mate­ria y la luz sub­ra­yan ese bino­mio, esa dia­léc­ti­ca exis­ten­cial que resu­me en gran medi­da este pro­gra­ma expo­si­ti­vo.
Entre la mate­ria (terres­tre, ges­tual) y la luz (inma­te­rial, lige­ra, cam­bian­te) apa­re­cen el color y el movi­mien­to como com­ple­men­tos natu­ral­men­te obli­ga­dos, obli­ga­da­men­te com­ple­men­ta­rios. La úni­ca con­ce­sión al pasa­do, al siglo xx, a la moder­ni­dad bien enten­di­da, se con­ci­ta en la pri­me­ra sala sita en la plan­ta baja. Cal­der, Miró, Lich­tens­tein, Dubuf­fet, Julio Gon­zá­lez, Tàpies y Chi­lli­da. Mate­ria, ges­to, dibu­jo, espa­cio, movi­mien­to y color como varia­bles con­duc­to­ras de este pro­gra­ma expo­si­ti­vo.
En esta pola­ri­dad sucin­ta­men­te plan­tea­da, des­ta­ca­ría­mos, por el lado de la mate­ria, las obras de Tàpies, Kie­fer, El Anatsui, Car­los Bun­ga, Jason Mar­tin, Cris­ti­na Igle­sias… Por el lado del ges­to, Miró, Dubuf­fet, Base­litz… por el lado de la luz, Cruz-Díez, Ola­fur Elias­son, Tomás Sara­ceno, Ann Vero-nica Jans­sens, Juan Uslé… por el lado del color, Peter Halley, Sean Scully… por el lado del movi­mien­to mate­rial, Jesús Rafael Soto, David Hock­ney, Julien Opie, Anish Kapoor, por el lado de la ima­­gen-movi­­mie­n­­to, Team­Lab, Mat Collishaw…
En resu­mi­das cuen­tas, esta­mos ante una mag­ní­fi­ca opor­tu­ni­dad de con­tem­plar direc­ta­men­te un con­jun­to sobre­sa­lien­te de obras de artis­tas de renom­bre inter­na­cio­nal que se mues­tran de un modo inusual­men­te inte­gra­do en su gene­ro­so, exqui­si­to y hos­pi­ta­la­rio con­te­ne­dor.

+i CENTRO DE ARTE
HORTENSIA HERRERO www.cahh.es

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