Una mesa para unir y reunir.

Por su ubi­ca­ción, excén­tri­ca den­tro de lo que es el salón come­dor, para­dó­ji­ca­men­te la mesa se con­vier­te en ele­men­to cen­tral y uni­fi­ca­dor entre esta zona de la casa y el espa­cio de la coci­na.

Median­te la aper­tu­ra del hue­co  que la mesa atra­vie­sa, con­se­gui­mos gene­rar una comu­ni­ca­ción visual entre ambas zonas, lle­van­do así al salón la luz natu­ral que entra por la orien­ta­ción este de la vivien­da (ven­ta­na de la coci­na).

Has­ta esta inter­ven­ción, el sol solo pene­tra­ba al atar­de­cer des­de el ven­ta­nal del pro­pio salón reca­yen­te a la calle prin­ci­pal.

Pero la esen­cia del pro­yec­to está en el dise­ño de una estruc­tu­ra a modo de celo­sía que se sitúa para­le­la­men­te a una de las pare­des prin­ci­pa­les y al techo del salón. Esta estruc­tu­ra com­bi­na­da con el sis­te­ma de ilu­mi­na­ción arti­fi­cial pro­pues­to, a base de focos orien­ta­bles que pro­yec­tan luz cáli­da, pro­du­ce tex­tu­ras que a menu­do se aso­cian con terra­zas o espa­cios exte­rio­res.

Esta idea nos per­mi­te sin­gu­la­ri­zar una vivien­da de pro­por­cio­nes stan­dard den­tro de un edi­fi­cio de los años noven­ta con poca o nin­gu­na per­so­na­li­dad.

Las estruc­tu­ras de la pared se des­li­zan a tra­vés de una guía  ocul­ta per­mi­tien­do así acce­der a los libros y obje­tos deco­ra­ti­vos colo­ca­dos sobre los estan­tes, así como variar las esce­nas a gus­to del pro­pie­ta­rio.

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