Fos Stu­dio pro­yec­ta un cen­tro que trans­for­ma el cui­da­do per­so­nal en una expe­rien­cia estética y emo­cio­nal.

 

Pro­yec­to: fos Stu­dio

Foto­gra­fía: Oleh Kar­dash

En pleno corazón de Valen­cia, don­de la luz lo inun­da todo y el rit­mo de la ciu­dad rara vez se detie­ne, emer­ge un nue­vo espa­cio que no es exac­ta­men­te una clínica, ni tam­po­co una galería, ni un cowor­king. Es, ante todo, una declaración de prin­ci­pios. Un mani­fies­to arquitectónico y vital don­de el bien­es­tar se abor­da no solo des­de lo físico, sino des­de lo men­tal y lo emo­cio­nal.

El pro­yec­to par­te de una pre­mi­sa cla­ra: diseñar un espa­cio para el cui­da­do inte­gral, físico, men­tal y emo­cio­nal, que huya del este­reo­ti­po clínico y se acer­que más a la expe­rien­cia de habi­tar un lugar con iden­ti­dad, carácter y narra­ti­va visual pro­pia. El pun­to de par­ti­da con­cep­tual fue el de rein­ter­pre­tar un taller de artis­ta, no solo como estética, sino como acti­tud: un espa­cio abier­to a la crea­ti­vi­dad, la expresión indi­vi­dual y la transformación per­so­nal, don­de cada tra­ta­mien­to es un tra­zo, cada expe­rien­cia una capa, y cada ges­to de cui­da­do una pin­ce­la­da cons­cien­te. Un lugar don­de no se bus­ca cam­biar­te, sino reve­lar­te. Don­de no hay mol­des ni estándares, por­que la obra es única: tú mis­mo. La estética se ins­pi­ra en el uni­ver­so del ate­lier: colo­res vibran­tes que esti­mu­lan, tex­tu­ras que invi­tan al tac­to, zonas de lec­tu­ra y contemplación que recuer­dan que el bien­es­tar también es men­tal, cul­tu­ral y crea­ti­vo. Y al fon­do, un jardín: el rema­te poético de este via­je de cui­da­do. Aquí no hay pacien­tes, hay pro­ce­sos crea­ti­vos. Aquí la obra de arte eres tú.

Con una super­fi­cie de 140 m², este cen­tro well­ness rom­pe con los códigos habi­tua­les del sec­tor para ofre­cer algo radi­cal­men­te dis­tin­to: un espa­cio don­de el cui­da­do per­so­nal con­vi­ve con la inspiración, el arte y el diseño. Se dis­tri­bu­ye en tres zonas prin­ci­pa­les: una área social poli­va­len­te, un área técnica de tra­ta­mien­tos y una zona exte­rior ajar­di­na­da. Cada una res­pon­de a una función específica pero se conec­ta con las demás des­de una lógica espa­cial flui­da, sin rup­tu­ras brus­cas, median­te el uso con­tro­la­do del color, la iluminación y los ele­men­tos de transición.

Lejos del mini­ma­lis­mo clínico o del spa estan­da­ri­za­do, aquí se res­pi­ra alma de taller artístico, con toda su energía crea­ti­va y, al mis­mo tiem­po, con una sor­pren­den­te sensación de reco­gi­mien­to.

Área de bien­ve­ni­da y usos múltiples

La recepción fun­cio­na como una estan­cia cen­tral con carácter poli­va­len­te, un pun­to de fuga abier­to al mun­do con­ce­bi­do como ante­sa­la de lo que ven­drá, pero con vocación pro­pia. Lejos de ser una mera zona de paso o una zona de espe­ra, se con­ci­be como un club social: un lugar don­de pue­den desa­rro­llar­se char­las, talle­res, sesio­nes de consultoría o, sim­ple­men­te, una espe­ra ama­ble. Se ha pro­yec­ta­do con un enfo­que casi doméstico, con mobi­lia­rio de uso mix­to, una zona de lec­tu­ra don­de per­der­se entre libros de arte, diseño y arqui­tec­tu­ra, y una pequeña estación de café.

Aquí el color no es un capri­cho estético. El len­gua­je cromático es pro­ta­go­nis­ta en esta pri­me­ra zona: tonos rosa empol­va­do y fram­bue­sa que dia­lo­gan entre sí para acti­var el espa­cio sin satu­rar­lo, apor­tan­do estímulos posi­ti­vos vin­cu­la­dos al opti­mis­mo, la crea­ti­vi­dad y el con­fort emo­cio­nal. Estos colo­res han sido selec­cio­na­dos con intención terapéutica, no deco­ra­ti­va. Cada uno tie­ne una razón de ser: esti­mu­lar, aco­ger, conec­tar. El color como medi­ci­na. El color como mani­fies­to. Con este rosa se pre­ten­de trans­mi­tir inti­mi­dad sin ais­la­mien­to, y con el fram­bue­sa pretendíamos apor­tar un toque vibran­te y emo­cio­nal, que rom­pie­se la monotonía sin rom­per la armonía, poten­cian­do la crea­ti­vi­dad y apor­tan­do carácter sin satu­rar.

Y, como pun­to de bien­ve­ni­da, una gran obra de la artis­ta Cris­ti­na Gamón pre­si­de la entra­da. Un ges­to direc­to: aquí el arte no ador­na, se inte­gra, se sien­te. Ubi­ca­da estratégicamente para reci­bir al visi­tan­te. No se tra­ta de una pie­za orna­men­tal, sino de un ges­to arquitectónico que refuer­za el con­cep­to fun­da­cio­nal del pro­yec­to: el arte como par­te del cui­da­do.

Expo­si­tor y zona de pro­duc­to

Uno de los ele­men­tos más sin­gu­la­res del pro­yec­to es el expo­si­tor de pro­duc­to, una estruc­tu­ra ins­pi­ra­da en las máquinas de ven­ding, rediseñada para inte­grar­se de for­ma natu­ral en la estética del cen­tro. Lejos de pare­cer un guiño kitsch, el diseño equi­li­bra lo fun­cio­nal y lo lúdico, per­mi­tien­do una exhibición cla­ra y acce­si­ble de pro­duc­tos (cosmética, bien­es­tar) sin caer en códigos comer­cia­les con­ven­cio­na­les.

El pasi­llo como ele­men­to de transición emo­cio­nal

El pasi­llo actúa como fil­tro sen­so­rial hacia la zona de tra­ta­mien­tos. El uso del tono rosa maqui­lla­je, tie­ne una intención envol­ven­te: aco­ger, tem­plar, bajar el rit­mo. Se eli­gió este color que evo­ca el ges­to íntimo del cui­dad per­so­nal, remi­te al momen­to coti­diano y ritual del maqui­lla­je como expresión per­so­nal, no como máscara, buscábamos cali­dez sin saturación y era per­fec­to para una zona de transición. Aquí, la arqui­tec­tu­ra tra­ba­ja al ser­vi­cio de la psicología del usua­rio, pre­pa­ran­do el cuer­po y la men­te para un cam­bio de esta­do. Si el res­to del cen­tro es una explosión de vita­li­dad, las cabi­nas pro­po­nen lo con­tra­rio: una atmósfera de cal­ma abso­lu­ta, diseñada para el des­can­so pro­fun­do, la desconexión men­tal y la atención ple­na.

Una gran cor­ti­na escenográfica cie­rra visual­men­te el con­tac­to con el exte­rior, refor­zan­do la sensación de umbral y tea­tra­li­zan­do la transición del ámbito público al íntimo. Esta cor­ti­na, más allá de su función técnica, apor­ta una dimensión escénica que enri­que­ce la expe­rien­cia espa­cial. Fun­cio­na como un telón que da paso a otra reali­dad, más intros­pec­ti­va, más silen­cio­sa.

Cabi­nas de tra­ta­mien­to y sala inmer­si­va

Las cabi­nas han sido tra­ta­das con una estética más con­te­ni­da y neu­tra para poten­ciar la cal­ma y favo­re­cer la introspección. La iluminación indi­rec­ta, los aca­ba­dos cálidos y el con­trol acústico han sido cla­ves para gene­rar una atmósfera de reco­gi­mien­to.

La joya ocul­ta del pro­yec­to es la sala inmer­si­va poli­fun­cio­nal, don­de se cru­zan la tecnología, el bien­es­tar y la contemplación. Aquí, con­vi­ven los tra­ta­mien­tos sen­so­ria­les con expe­rien­cias que se acompañan de medi­ta­cio­nes guia­das, cro­mo­te­ra­pia, y un spa capi­lar con zona de toca­dor diseñado ad hoc. Este espa­cio ha sido pro­yec­ta­do como una cápsula intros­pec­ti­va den­tro del reco­rri­do, don­de se acti­van otros sen­ti­dos: soni­do, aro­ma, tem­pe­ra­tu­ra y luz, pen­sa­do para ritua­les más len­tos, más per­so­na­les, más cons­cien­tes. Está diseñada toda como una caja en azul cerúleo. Se pen­só en este color para la total inmersión, por­que da sensación de ampli­tud y aire, se bus­ca­ba cla­ri­dad pero sin frial­dad y evo­ca tran­qui­li­dad, liber­tad, aire lim­pio y lige­re­za emo­cio­nal. Fue un color muy uti­li­za­do por Monet o Matis­se, ya que esta­mos inspirándonos en un taller de arte.

Espa­cio exte­rior: la terraza-jardín

Y al final, como recom­pen­sa a este reco­rri­do de sen­ti­dos, una terra­za exte­rior ajar­di­na­da com­ple­ta el tra­yec­to. Un oasis exte­rior que, en una ciu­dad como Valen­cia, don­de el cli­ma es favo­ra­ble gran par­te del año y el sol es par­te del pai­sa­je emo­cio­nal, se con­vier­te en extensión natu­ral del bien­es­tar: un lugar para prac­ti­car yoga, cele­brar encuen­tros, o sim­ple­men­te estar. Este espa­cio, adap­ta­ble a múltiples usos, per­mi­te exten­der la acti­vi­dad del cen­tro al aire libre, con posi­bi­li­da­des para even­tos well­ness, o pau­sas rela­ja­das al sol.

Este pro­yec­to no es solo un cen­tro de bien­es­tar. Es un nue­vo tipo de lugar. Un labo­ra­to­rio sen­so­rial, un club artístico, un refu­gio contemporáneo don­de la salud, el arte y la vida coti­dia­na se cru­zan sin fric­cio­nes. Por­que sen­tir­se bien no debería ser una excepción, sino una for­ma de estar en el mun­do.

El resul­ta­do es un espa­cio don­de diseño, bien­es­tar y arte se entre­la­zan de for­ma orgánica. Un lugar que no bus­ca repro­du­cir tipologías, sino ensa­yar nue­vas for­mas de habi­tar lo terapéutico, des­de el con­fort, la emoción y la iden­ti­dad.

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